Una diferencia de ocho kilómetros durante los entrenamientos previos a un maratón puede llegar a ser crucial para evitar a los atletas problemas coronarios tras la carrera
Según un estudio, los deportistas amateur que corren menos de 64 kilómetros a la semana mientras se entrenan para un maratón muestran signos de disfunción cardiaca después de cruzar la línea de meta. Sin embargo, aquellos corredores que hacen más de 72 kilómetros por semana no tienen estos problemas.
El equipo analizó a 20 personas (10 hombres y 10 mujeres) que corrieron el maratón de Boston, que tiene un recorrido de 42,195 kilómetros. Les hicieron una ecocardiografía, una técnica que permite ver el comportamiento del corazón en tiempo real, una semana antes de la carrera, inmediatamente después de terminarla y a las tres o cuatro semanas. Asimismo, comprobaron la presión sanguínea, los latidos y el peso de los participantes.
De esta manera, los autores vieron que después del esfuerzo había cambios tanto en la función sistólica (cuando el corazón bombea sangre) como en la diastólica (cuando el corazón se llena de sangre) en ambos ventrículos. La alteración en el comportamiento diastólico persistía hasta un mes después de la participación.
Correr menos de 64 kilómetros a la semana durante la preparación de la carrera —una cantidad que los aficionados a los maratones consideran muy pobre-puede llevar a una debilidad temporal del músculo cardiaco. No obstante, en los deportistas profesionales y en aquellos que entrenan más kilómetros no se observaron anormalidades.
Aunque los beneficios del ejercicio moderado sobre el corazón están bien establecidos, los efectos de una actividad física prolongada no están tan claros. Algunos trabajos han evidenciado que la participación en deportes como el maratón puede provocar una disfunción conocida como fatiga cardiaca. Sin embargo, este nuevo estudio no aclara si este fallo temporal en el corazón puede tener consecuencias a más largo plazo.
Salud
Los corredores son más felices
Está comprobado. Acabar de entrenar y lucir una luminosa sonrisa, no es ninguna casualidad. Según los resultados de un reciente estudio científico, la depresión y la ansiedad van unidas a la obesidad, el tabaquismo, la bebida y el sedentarismo. El ejercicio físico nos aleja de estos males y, por tanto, nos enfila en el camino de la felicidad.
La depresión y la ansiedad están asociadas con la obesidad y con hábitos poco sanos, como fumar, beber o llevar una vida sedentaria, según un estudio realizado por investigadores de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
La depresión y la ansiedad son condicionantes de salud mental bastante serios que carecen de tratamiento para afrontar su evolución hasta lo crónico. Es importante tomarse la depresión y la ansiedad en serio y buscar tratamiento médico cuando sea necesario.
En el estudio analizaron los datos de unos 217.000 adultos estadounidenses que participaron durante 2006 en una gran encuesta telefónica. El 8,7 por ciento de los participantes reconoció estar deprimido en aquel momento, el 15,7 por ciento tenía un historial de depresión y 11,3 por ciento tuvo un episodios de ansiedad en algún momento.
Los resultados demostraron que los adultos que estaban deprimidos en ese momento o con diagnósticos anteriores de depresión eran un 60 por ciento más propensos de ser obesos y el doble de posibilidades de fumar que aquellos sin episodios de depresión. Aquellos con ansiedad demostraron ser un 30 por ciento más propensos a sufrir obesidad y tener el doble de posibilidad de fumar que los que no tenían ansiedad.
Los pacientes con depresión y ansiedad además eran más propensos que el resto a llevar un estilo de vida sedentario y a cometer excesos con la comida o la bebida.
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